La espiritualidad en los niños de taller
Nace un niño y con él su esencia, su energía vital y su propósito de vida. Y así es como cada uno de nosotros, desde el mismo momento de la concepción, comienza a escribir su libro de la vida. Desde aquel preciso instante empezamos a conectarnos con la magia de nuestra propia esencia, con esa energía tan única que nos dice para qué vinimos a este mundo. En su último taller, Carmela Fierro, con su experiencia y sabiduría, nos invitó a vivir otra aventura. ¡Bienvenidos, aquí comienza el viaje!
La espiritualidad es…
Quien haya tenido la dicha de acompañar a un niño en su desarrollo habrá podido percibir la maravilla de su espiritualidad. Pero ¿qué queremos decir con espiritualidad?
María Montessori decía que el niño es la esencia de la espiritualidad, es la naturaleza pura, sin intervención, en completa conexión con su ser, con su plan cósmico, con su propósito de vida. Esa fuerza vital que le marca el camino y que le da sentido a su vida. Desafortunadamente, a medida que vamos creciendo, ese contacto con nuestro interior se va disipando y debemos hacer un esfuerzo consciente por conectar con él. Es por esto que, cuando los niños llegan al ambiente de Taller, necesitan fortalecer a esa guía interna que poco a poco se ha ido desconectando. En base a las experiencias que va teniendo, el niño va encontrando su propósito de vida y es solamente en contacto con esa fuerza que puede encontrar el camino para su máximo desarrollo.
¿Cuál es el rol del adulto en este camino?
Carmela Fierro marcó muchos datos importantes que queremos tener en cuenta. Debemos saber que ese adulto que acompaña no puede ofrecer nada que no haya primero desarrollado en sí mismo. Es decir, el primer paso es poder trabajar sobre la propia espiritualidad. Esto no refiere a aspectos religiosos, al menos en la propuesta de María Montessori. Esto tiene que ver con volver a esa esencia, a esa conexión tan pura, que por supuesto trasciende el ámbito escolar. El adulto debe volverse uno con esa energía, con su propio plan, en su cotidianidad, en su propia vida. Y a su vez, debe ser capaz de observar a ese niño con todos sus sentidos, regalando presencia y disponibilidad, lo que le permitirá descubrir hacia dónde va ese niño y qué puede ofrecerle para favorecer ese camino. Conocer a ese niño para poner a disposición el trabajo que lo lleve a cumplir con ese plan de vida. Y cuando decimos que el niño necesita trabajar, queremos decir que el niño necesita vivir, necesita estar rodeado de experiencias enriquecedoras que fortalezcan todo su ser. A través de ese trabajo es que el niño se construye a sí mismo. Es esta actividad la que va a llevar al niño a concentrar toda su energía para así poder desarrollar los conocimientos que tienen que ver con su propia esencia; esa actividad que va a llevar al niño a educarse a sí mismo. Debemos ser semilla y no obstáculo.
¿Cuáles son las manifestaciones de la espiritualidad?
Muchas preguntas pueden surgir desde nuestra mente adulta. Por ejemplo, ¿Cómo puedo darme cuenta de que el niño está en conexión con esa esencia? Primero, debemos saber que las manifestaciones de espiritualidad son diferentes en cada etapa del desarrollo. En los ambientes de Comunidad Infantil y Casa de los Niños, el niño se encuentra en constante contacto con su ser. Vemos cómo el niño va conquistando su independencia y va desarrollando su cuerpo y su mente en completa conexión. En el ambiente de Taller, el niño atraviesa momentos en los que puede reconocer esa esencia, momentos sagrados que, sin dudas, debemos respetar. Debemos ser muy conscientes de cada espacio de reflexión, debemos respetar el asombro, el entendimiento, la concentración. Debemos cuidar a ese niño maravillado ante la aparición de una mariposa o los colores de un pájaro. A ese niño fascinado luego de presenciar un experimento, a ese niño completamente asombrado por la maravilla de la creación del universo.
¡Qué regalo de la vida ser partícipe de esos momentos!
Y, entonces… ¿Cómo cultivamos esa esencia?
Carmela nos compartió algunas ideas, ¡aquí vamos!
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- Sin vínculo afectivo, no hay posible conexión. Para ser capaces de cautivar esos momentos debemos conocer a ese niño y establecer ese contacto que nos permite ver lo que sucede en su interior. Las entrevistas individuales son una gran oportunidad para seguir conociendo a ese niño.
- Ambiente preparado, siempre. Debemos propiciar un ambiente de comunidad y de contacto con la guía interna. Esto no refiere solo al material específico, sino a ese espacio que habilita la conexión, que favorece la concentración, el asombro y la reflexión.
- Si queremos que un niño siga a su ser, debemos permitirle elegir. La libre elección juega un rol fundamental en este camino. Es solamente el niño quien puede dirigirse hacia aquello que satisface a su guía interno.
- Crear un ambiente de bienestar. La música es siempre un buen recurso para regular la emocionalidad. Queremos que los niños puedan sentirse bien con ellos mismos y la música, en ciertos momentos puede ser un gran aliado. Muchas veces escuchar alguna melodía nos invita a “ir hacia adentro”, nos trae de nuevo a la calma, al contacto. Nos invita a reflexionar.
- Cuidar en todo momento la autoestima de los niños. Confiar en que ese niño sí puede, sí es capaz. Confiar en ese niño y en su capacidad de admiración.
- Estar presentes. La única forma de percibir y de contactar es mediante la presencia. Difícil en estos tiempos, fundamental en todos los tiempos.
- Observar. Niños y adultos. Observar para descubrir. Usar lupas, microscopios, telescopios. Mirar con todo el cuerpo.
- Ofrecer experimentos. Esos que nos invitan a maravillarnos de las cosas simples, que nos llevan a la más profunda concentración.
- Compartir genera y fomenta la espiritualidad. Crear momentos y espacios para compartir, para ser comunidad. Ese encuentro con otros.
- Cuidar las Grandes Historias. El maravilloso silencio luego de una hermosa gran historia. Ese momento de reflexión, de contacto. Espacio sagrado, sin dudas.
- Crear espacios de arte. Actividades que fomenten la concentración, la creatividad.
- Ofrecer desafíos. Todo niño quiere ir un poco “más allá”. Regar esa curiosidad y esa necesidad de conocimiento que lo inviten a superarse a sí mismo.
- Auto-observación. Hacernos preguntas. No puedo observar a otros si antes no me observé a mí mismo.
- Escuchar. La escucha atenta siempre nos brinda todas las respuestas. Humildad, respeto, silencio.
Humildad, quietud, asombro, atención, reflexión, orden, satisfacción, concentración.
Una vez más, siento que con este taller hemos recibido un regalo maravilloso. La posibilidad de volver a nosotros mismos, a ese niño que alguna vez fuimos y que alguna vez estuvo en profundo contacto con todo su ser. Ahora, nos toca llevar esto a cada ambiente, a cada espacio, a cada niño. ¡Allá vamos!
Magalí A. Segalerba Vítola